PENSAMIENTOS

      La vida consistía en breves momentos, momentos tan breves como intensos.

     Charlas intrascendentes en los lugares habituales frente a un humeante café o una refrescante horchata con café, una copita de vino o un Martini, risas comedidas o risas incontenibles.

    Durante un tiempo pareció que éramos capaces de aparcar los sinsabores del pasado y los temores por un futuro incierto, conscientes de que el tiempo más que volar avanza a la velocidad de la luz, desbocado  e implacable.

     Aunque jamás hicimos del famoso “Carpe Diem” nuestro lema y no acabáramos de aparcar del todo las preocupaciones cotidianas, éramos aún capaces de vivir con intensidad aquellos momentos en que las horas fluían y, por más que habláramos , siempre teníamos la impresión de que las conversaciones quedaban a medias.

     Y entonces nos encerraron, pero antes de ese encierro, al que decidieron llamar “confinamiento”  palabra que se ha convertido en un vocablo de uso tristemente cotidiano, ya habíamos vislumbrado las señales. Algo flotaba en el ambiente, el aire estaba enrarecido y habíamos ido abandonando algunas de esas costumbres.

     Decían que saldríamos mejores, pero no fue así. Salimos tal como éramos pero con nuestras virtudes y defectos multiplicados. Salimos distintos, no mejores, pero sí más conscientes de nuestras prioridades, con más habilidad para distinguir lo esencial de lo accesorio.

     Nuestro mundo cambió, nosotros con él. Ni mejores ni peores, pero más dispuestos a restar importancia a lo que ya no forma parte de nuestro antiguo mundo y acoger con los brazos abiertos todo lo que dentro de tanto miedo, incertidumbre, enfermedad y muerte este nuevo mundo nos ha ofrecido como una inesperada recompensa. Nuevos lazos afectivos  nuevos sueños, una imperiosa necesidad de aferrarnos a lo nuestro  a lo  que siempre ha sido y ha constituido nuestro mundo, nuestra vida, ese microcosmos en el que somos tal como somos y así nos quieren, y así queremos.

     No podemos borrar el pasado, pero podemos extraer de él los mejores momentos, las charlas intrascendentes, las charlas profundas frente a una taza de café humeante o una refrescante horchata con café. Las horas que fluían, las largas conversaciones que siempre parecían quedar a medias.

     No podemos borrar el pasado, pero debemos permitir que la vida fluya, saborear lo nuevo y aferrarte a lo de siempre, dejar que algunos capítulos de nuestras vidas queden en el mágico lugar de los recuerdos entrañables  sin nostalgias, sin rencores, fuente de alegrías   recuperadas  de momentos efímeros y, especialmente…Fuente de aprendizaje.

     Porque, después de todo…

    ¿ Qué es la vida si no eso?

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