DEL DICHO AL HECHO

     A menudo algunos comentarios en redes sociales me sorprenden, no precisamente para bien.
     Se defiende lo cercano, lo pequeño, lo conocido, la bondad. Se habla de un gran aprecio que al final resulta condicional y condicionado. Palabras hermosas y biensonantes que incluso resultan creíbles por un tiempo.
     «Haz lo que yo diga pero no lo que yo hago», pienso con una mueca de desencanto.
     Llegado el momento lo que prima es el propio interés, el egoísmo, ese poderoso caballero que lo mueve todo.
     Defiendes con palabras lo pequeño, lo cercano, te aferras a esas palabras, mientras las contradices con cada acto.
     Todo queda olvidado bajo el poderoso influjo de don dinero. Nadie conoce a nadie de quienes solía conocer, lo desconocido se convierte en conocido o en amigo.
     Lo grande, lo universal, lo archipopular, los enormes monstruos que lo devoran todo, incluso a ti mismo, pero mientras te engullen te pueden reportar algún beneficio.
     Así pues, olvidas las palabras biensonantes, las buenas intenciones que se desvanecen bajo el sol que más calienta. Sí.
     «El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones»
     El viejo «haz bien y no mires a quién» quedó obsoleto, oxidadado, muerto y sepultado en casos extremos.
     Por eso admiro tanto a quienes aún son capaces de extraer de los escombros viejos principios y valores que hablan de lealtad, camaradería, aprecio sincero, incondicionalidad y especialmente coherencia entre el discurso y la actitud.
     Joyas auténticas cuyo valor las hace únicas, cuya escasez y excepcionalidad las convierte en tesoros .Auténticos tesoros en el más amplio sentido de ambas palabras. 

Deja una respuesta