Barrió con una escoba invisible todo lo inservible.
Huyó de sonrisas falsas y miradas oblicuas.
No quiso escuchar el ronroneo de chismes y calumnias, verdades distorsionadas, imaginativas mentiras, palabras pronunciadas en voz baja a sus espaldas, que llegaban como ecos remotos, pero llegaban, para clavarse en su extenuado corazón como envenedadas dagas.
Pensó, una vez más, que quienes más prestos están a juzgar, y condenar, son precisamente quienes más motivos tienen para ser juzgados y condenados y que la fracción de sociedad aborregada se deja llevar por la manada.
Decidió que había que aprender a hacer oídos sordos y desprenderse de los viejos objetos que había ido acumulando a lo largo de los años.
Obvió el círculo de silencio que se iba formando a su alrededor, tan parecido a un círculo de grasa oscura y pegajosa, un círculo que crecía como la mala hierba, que se empeñaba en alcanzarla, para amedrentarla, para ahogarla, para cortar sus alas y asesinar sus sueños.
Podía entender ciertos motivos, una explicación causa-efecto a determinadas actitudes, otros obedecían a motivos más oscuros, o a inexplicables misterios, misterios que ya no tenía ningún interés en desentrañar.
El cielo se cubría de nubes, primero blanquecinas, después grises, más tarde mucho más oscuras.
Quiso quedarse en casa, en su refugio seguro, escapar de la tormenta y de la lluvia, observar asustada y quebrada la tempestad que amenazaba la armonía de un verano luminoso envuelto en papel de celofán oscuro y sombrío.
Pero en aquellos tiempos ya había aprendido a bailar bajo la lluvia.
Eligió su mejor impermeable y un enorme paragüas, se pintó los labios de un rojo intenso y roció su cuerpo con su perfume favorito.
Resonaban en su mente sus canciones , las de antaño, las más recientes, las de siempre, las que alimentaban su alma y tonificaban su espíritu.
Y bailó bajo la lluvia a un ritmo frenético o a un ritmo relajado y relajante, según la canción, según el momento, empapada bajo la lluvia, bailando.
La lluvia, una escoba invisible que parecía barrer todo lo inservible.
Quizás mañana amanecería un día diáfano, sin nubes.